Hipócrates: el padre de qué medicina?.

Considerado el padre de la Medicina, fue un auténtico herbalista, pura y simplemente. De acuerdo con la historia de la Botánica, sólo 235 hierbas eran conocidas en la isla de Cos, en la Turquía asiática, pero apenas con unas cuantas seleccionadas de éstas curaba él a toda la nación y países circundantes.

Cuando Roma observó las maravillas realizadas por este gran herbalista con apenas unas cuantas hierbas, desterró a sus médicos por espacio de 600 años, y dice la tradición histórica que tras esto todas las gentes recobraron la salud y la mantuvieron  alo largo de su vida. ¡Qué personaje más sublime fue Hipócrates! No sabía nada sobre anatomía y fisiología. Desconocía incluso la circulación de la sangre en el ccuerpo; no obstante, es todavía honrado y casi venerado como el médico más grandioso que jamás haya vivido.

¡Qué insulto para Hipócrates poner su retrato en los diplomas de los médicos que miran con desprecio y condenan como inútiles las mismas hierbas que él utilizó para curar a tantos miles! Esos arrogantes seguidores de Paracelso; estos caballeros calificados de honorables y morales, que no tienen una pizca de menos de destructores de la humanidad que su matasanos predecesor, continúan todavía su pernicioso camino. Ellos convierten las glándulas sudoríperas, salivares y otras en un asqueroso sumidero de salivación mercurial. Persisten en hacer de un hueso sano na pestosa masa de necrosis, por la utilización del mismo metal. Paralizan y destruyen el corazón humano con la digitalina y morfina,  y con la adrenalina rebajan la circulación, produciendo pérdida de carne, con las consiguientes arrugas, convirtiendo la piel, de su color sano, en otro pálido y cetrino. Arruinan el cerebro y el sistema nervioso con quinina; destruyen el bálano venéreo con ioduro de potasio y la potasa. Producen cáncer con la administración de potasio inorgánico, y cruelmente suministran opio a las madres para que se lo den a sus hijos como remedio para dormir. El hígado es destrozado por el cobre, plomo, cinc, oro y plata, mientras que la vista se hace funcionar con belladona y atropina. Cortan amígdalas, adenoides, apéndices, cánceres, tumores y trozos de intestinos; eliminan cálculos de la vejiga, de los riñones; operan úteros, ovarios y venas varicosas; amputan dedos de las manos y de los pies, manos, brazos, pies, piernas y otras partes infectadas porque no tienen ningún remedio para ninguna enfermedad. A los niños pequeños se les inocula con sangre de caballos enfermos para la difteria, pus sifilítica para la viruela, y así sucesivamente a lo largo de toda la trapacería, perversión de sus prácticas.

Por los profesores:
Sergio E. Acosta, Fermín Cabal, José V. Colastra, Ángel Chacón y Estrella Real
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