L
A M E D I C I N A N A T U R A L A L
A L C A N C E D E T O D O S
Tratan con éxito un melanoma en fase IV y un hepatocarcinoma
terminal
ANTONIO BRÚ: "HEMOS DEMOSTRADO QUE EL CÁNCER SE PUEDE
SUPERAR POTENCIANDO EL SISTEMA INMUNE"
La curación de un hepatocarcinoma terminal inyectando
simplemente G-CSF (factores de crecimiento de colonias de granulocitos) ha
situado a Antonio Brú -profesor de Matemáticas en la Universidad Complutense y
físico de carrera- en medio de un torbellino de esperanzas y envidias que ha
sacudido a la sociedad española. Su revolucionaria teoría sobre el crecimiento
tumoral y los mecanismos para su detención cuenta ya en su haber con dos
curaciones extraordinarias. Desde que ello se hizo público los pacientes
reclaman poder acceder al tratamiento pero Brú debe respetar los pasos
científicos protocolarios. En todo caso, afirma que en poco tiempo podrían estar
hechos los ensayos necesarios para confirmar definitivamente la validez de su
terapia. Mientras, la Administración reacciona con cautela y los representantes
de la Oncología oficial se limitan a descalificar al investigador sin esgrimir
argumentos científicos contra su trabajo.
En enero de este año a
Antonio Brú se le acabó la beca post-doctoral que tenía en el Consejo
Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y tuvo que abandonar la
institución. De nada le sirvió que durante ese tiempo desarrollara en su tiempo
libre una nueva y revolucionaria teoría sobre el crecimiento tumoral y que su
trabajo mereciera crédito en publicaciones científicas internacionales como
Physical Review. Así que Brú se trasladó a la Universidad Complutense de
Madrid donde encontró el respeto y el reconocimiento profesional que su trabajo
merece y que algunos han intentado negarle de nuevo... nada más conocer el
resultado clínico de su teoría. Porque Brú y su equipo decidieron seguir
adelante y demostrar clínicamente que sabían cómo detener el crecimiento
tumoral. Y así, con los necesarios permisos de la Agencia Española del
Medicamento, comenzaron a tratar a una mujer con ¡un melanoma en fase IV! y a un
varón con ¡hepatocarcinoma terminal! ¿El resultado? Absolutamente inesperado
para cualquier oncólogo: el cáncer parece haber desaparecido en ambos casos.
El caso del hepatocarcinoma ha sido ya publicado -el pasado 30 de mayo- en
el Journal of Clinical Research. Se trata de un varón de 56 años,
profesor de instituto, con un cáncer de hígado (hepatocarcinoma celular) que fue
ingresado en febrero del 2004. El paciente pertenecía al 70% "no tratable" ya
que su tumor tenía más de seis centímetros de diámetro (9,5 centímetros
exactamente) y estaba asociado a una trombosis de la vena porta. Y para
complicar más el panorama padecía cirrosis. Pues bien, fue sometido a un
tratamiento con G-CSF (factor de crecimiento de colonias de granulocitos)
durante ocho semanas que fue muy bien tolerado por el paciente. Y la alfa
feto-proteína (AFP) -marcador asociado al cáncer de hígado- se redujo de 453 a
4,7 nanogramos por mililitro de sangre. El examen por resonancia magnética
mostró después que la masa tumoral se había reducido. En septiembre el enfermo
recibiría un segundo ciclo de tratamiento para mayor seguridad, dada su gran
evolución, pero ya no se observó diferencia. El pasado mes de enero seguía
mostrando signos de cirrosis pero los análisis citológicos no detectaron ya la
presencia células cancerosas malignas. De hecho, su estado de salud mejoró hasta
el punto de que volvió a su puesto de trabajo en el instituto. "El
hepatocarcinoma puede haberse curado", escribieron los investigadores con la
prudencia que es debida.
Bueno, pues la publicación de su trabajo, en lugar
de recibir los elogios esperados, le ha situado en el centro de un auténtico
huracán. Para empezar, tanto él como los miembros de su equipo -Sonia
Albertos, del Servicio de Aparato Digestivo del Hospital Clínico San
Carlos, Fernando García-Hoz, del Servicio de Aparato Digestivo del
Hospital Ramón y Cajal e Isabel Brú, del Centro de Salud La
Estación de Talavera de la Reina- se han visto desbordados por la avalancha
de peticiones de tratamiento para enfermos de cáncer, muchos de ellos en
situación desesperada. Sin embargo, a pesar de la firme convicción tanto de Brú
como de su equipo en la eficacia del tratamiento, han tenido que recordar a esos
enfermos que si bien se trata de un paso esperanzador hay que proseguir con el
proceso de comprobación y éste durará algún tiempo por lo que hasta que no esté
completado la terapia no podrá ponerse al alcance de los enfermos. La
Administración y la Agencia Española del Medicamento han mantenido la natural
cautela en estos casos. No puede decirse lo mismo, sin embargo, de algunos
representantes de los oncólogos cuyas declaraciones se asemejan más a una
pataleta que a una reacción mesurada. Empeñados en descalificar tanto la
investigación como a su autor han recurrido al juego fácil e indigno de levantar
sospechas sobre su capacidad intelectual para abordar el cáncer, a poner en tela
de juicio que contara con los permisos correspondientes para llevarla a cabo, a
desmerecer el prestigio de la revista donde el trabajo ha sido publicado y, en
el colmo de la sinrazón, a poner en tela de juicio el diagnóstico del caso
publicado sin darse cuente de que con ese mismo argumento podría acabarse con
toda la estadística oficial de casos oficialmente curados. El presidente de
la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), Antonio Antón,
tratando de restar importancia a la curación, habló de "caso anecdótico"
-como siempre hace cuando un paciente se cura con tratamientos no oficiales-
añadiendo en un claro intento de restarle importancia: "Debemos velar por un
seguimiento estricto de los tratamientos para que no se engañe al público".
Sólo que si realizar un seguimiento estricto de los tratamientos hubiera sido el
objetivo principal de nuestros oncólogos hace tiempo que les habríamos visto
denunciar la realidad del cáncer, un negocio multimillonario que sólo sirve para
enriquecer a las farmacéuticas mientras continúa creciendo año tras año el
número de muertes por esa causa. Lo curioso es que en este caso difícilmente
puede entenderse una reacción tan airada y que se haya llegado a hablar de
"engaño". Porque Brú y su equipo están siguiendo escrupulosamente todos los
pasos que los propios oncólogos exigen para validar un trabajo y no han hecho
una sola afirmación que no hayan probado. Con lo que, lejos de tranquilizar a
los enfermos de cáncer, tan desmedidas reacciones lo que ha hecho es
desconcertarles y preocuparles porque no acaban de entender un ataque semejante
a quienes sólo tratan de poner a disposición de la comunidad científica una
teoría y un posible tratamiento a testar. Claro que quizás esa reacción tan
virulenta la ha provocado el hecho de que la confirmación de la teoría de Brú y
su correspondiente aplicación terapéutica significaría el triunfo de quienes
llevan décadas sosteniendo que la respuesta al cáncer está en fortalecer el
sistema inmune y no en deprimir el organismo con tratamientos tan agresivos como
los hoy utilizados.
UN APOYO
INESPERADO Como nuestros lectores recordarán Antonio Brú habló extensamente de
su descubrimiento con nosotros (lea el lector en nuestra web la entrevista
que le hicimos en verano del pasado año y que apareció en el nº 65). De ahí que, ante la
repercusión de las curaciones logradas, entendiéramos que era el momento de
volver a charlar con él. Y debemos decir que le vimos algo desconcertado. Porque
si bien Brú comprende la reacción de los enfermos y sus familiares no entiende
en cambio el comportamiento de personas que justifican su beligerancia "en
defensa de la Ciencia" cuando sus actitudes, sin embargo, lo que demuestran es
un comportamiento impropio de un científico. -Me gustaría empezar diciendo
que yo no he dicho que curemos el cáncer -nos diría nada más empezar esta
charla- sino que hemos obtenido un resultado muy importante, avalado por una
teoría que creemos haber demostrado. Antonio Brú nos recibiría en su pequeño
despacho de la Facultad de Matemáticas de la Universidad Complutense de Madrid,
lugar visitado en los últimos días por cientos de personas que tratan de ser
incluidos -o incluir a sus familiares- en los próximos ensayos. La verdad es que
le encontramos con un aspecto bastante más desmejorado que la última vez que
dialogamos con él. Entre satisfecho y preocupado, su primer mensaje es tratar de
hacer entender a quienes buscan "ya" una solución a su enfermedad que sólo está
al inicio del camino. -Nuestro objetivo principal ahora mismo es explicar a
las miles de personas que se han dirigido a nosotros -o puedan hacerlo en el
futuro- que lo conseguido y publicado es sólo un paso, importante a nuestro
juicio, eso sí, para entender lo que es el crecimiento tumoral y cómo el
organismo lucha contra él. Que hemos abierto una nueva vía terapéutica pero que
necesita ser validada con muchos más casos. Y, sobre todo, que no podemos tratar
a la gente con ella hoy porque no es legal. Hay que seguir unos procedimientos
perfectamente establecidos y los vamos a iniciar próximamente pero, de verdad,
en este momento no podemos ofrecer tratamiento a los enfermos. Les entiendo
desde el punto de vista humano pero no podemos hacer otra cosa que avanzar y
reducir al máximo los plazos a fin de que la investigación clínica se complete
cuanto antes... pero sin saltarnos ni un solo paso del protocolo
exigido. -Cuando hace un año anunció que la estrategia para vencer al
cáncer pasaba por fortalecer el sistema inmune mucha gente pensó que no podía
ser tan simple. Sin embargo, el tiempo parece que va a darle la razón.
-Sí, porque creo que hemos demostrado que el cáncer se puede superar
potenciando el sistema inmune, ahora tenemos que ratificarlo estadísticamente
-Parece además estar convencido de que el proceso es ya imparable.
¿Quizás porque ya no lucha en solitario y cuenta con el respaldo de una
institución de prestigio como la Universidad Complutense de
Madrid? -Estoy muy orgulloso de que la Universidad Complutense haya
apoyado este trabajo, esta línea terapéutica y además apueste por ella. A todos
los niveles, desde el más alto al más bajo, ha cerrado filas en torno nuestro lo
que agradezco profundamente porque creo que va a posibilitarnos seguir adelante
con la investigación que, se lo digo sinceramente, se merece al menos por parte
de los escépticos, desde hace mucho tiempo, el derecho a la duda. Y que ahora,
tras los resultados obtenidos en pacientes terminales, merece aún algo más que
eso. Sí, el apoyo de la Complutense es firme y definitivo. En los últimos días
hemos mantenido diversas reuniones para ver cómo estructurar las siguientes
etapas de la manera más eficaz y rápida. Realmente se está trabajando todo lo
rápido que se puede porque normalmente estas cosas suelen ir mucho más despacio.
-Pero si usted ha utilizado fármacos ya existentes en el mercado que han
pasado los estudios pertinentes y están aprobados precisamente como reforzadores
del sistema inmune, ¿no habría posibilidad de atender al menos a otros enfermos
terminales de cáncer alegando el "uso compasivo" previsto por la ley? -Lo
que hasta hoy se sabe de esos fármacos es que, en condiciones determinadas y
bajo un protocolo concreto, funcionan muy bien y restablecen rápidamente los
niveles del sistema inmune cuando existe neutropenia a consecuencia de la
aplicación de quimioterapia. Pero estamos hablando de utilizarlos en dosis muy
diferentes. Y si bien es verdad que nosotros no hemos constatado que haya
efectos secundarios eso debe establecerse oficialmente siguiendo los protocolos
establecidos. Aunque nuestra impresión inicial sea que usarlos a dosis mucho
mayores de las habitualmente indicadas potencia el sistema inmune de tal forma
que puede acabar con los tumores sin efectos negativos apreciables. Lo que no
obsta para que actuemos con cuidado y se compruebe. Además tenemos que ver si es
igual de eficaz en otros tipos de cáncer. Porque yo estoy convencido de que va a
ser así pero es necesario seguir el método científico. Luego, una vez demostrado
que el tratamiento funciona, habrá que ampliar el número de casos.
Afortunadamente todo ello se puede hacer en unos pocos meses. Entiendo que a la
gente que vive una situación desesperada ese tiempo se le antoje muy largo pero
para la sociedad, teniendo en cuenta que se trata de abrir una nueva etapa, esos
meses que vamos a invertir en probar y demostrar si funciona en todos los casos
y sin efectos secundarios constituye un paso imprescindible. -Bueno, a
nuestro juicio eso no impide que cualquier médico pueda dirigirse al Ministerio
de Sanidad y solicitar su uso para un enfermo desahuciado o terminal. Y
esperamos que suceda. Supongamos ahora que mañana le llaman desde el Ministerio
y le dicen que están dispuestos a poner a su disposición los departamentos de
Oncología de ocho o diez hospitales públicos para realizar ensayos
multicéntricos. ¿Qué supondría eso para la investigación? -Hombre, me
encantaría porque podríamos poner todo en marcha en muy pocos días. A fin de
cuentas como uno de los puntos más importantes de nuestra teoría es que es
válida para todo tipo de tumores sólidos cuántos más ensayos haya más tipos
concretos de cánceres asociados a tumores sólidos podríamos tratar y el estudio
sería más amplio y fidedigno. Y, por supuesto, iríamos mucho más rápido. El
único tipo de tumor sólido que aún estamos investigando un poco más es el de
cerebro pero en el resto de tumores sólidos podrían empezar ya a plantearse
ensayos. Y cuántos más, mejor. -Suponemos que le habrán dolido algunos de
los comentarios vertidos estos días. Que después de doce años de investigación y
tanto dinero puesto de su propio bolsillo para llegar hasta aquí y haya
individuos que se permitan desde sus despachos afirmar que la suya no es una
investigación "seria"... -Ni caso. La comunidad científica es una parte
de la sociedad y, por tanto, reproduce sus mismas virtudes y defectos. Por eso
encontramos sectores más conservadores y sectores más progresistas. Y se
constata que en ella también hay celos y envidias. Al igual que en la sociedad,
dentro de la comunidad científica uno sabe que cuando hace un movimiento habrá
sectores que reaccionarán en contra. En todo caso, la reacción en mi caso no ha
sido general, se ha limitado a un grupito de personas. Y además sus "críticas"
no han sido tan importantes... -Bueno, repasemos algunas de esas
críticas. El doctor Eduardo Díaz Rubio, jefe del Servicio de Oncología Médica
del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, expresó en el diario "El
Mundo" la escasa credibilidad del caso que ustedes han presentado, llegando
a plantear según el diario que habría que hacer una auditoría "para ver si
realmente se trataba de un cáncer". Quizás las de este tipo sean las
críticas peorintencionadas que se le han hecho: insinuar que podía tratarse de
un caso mal diagnosticado. -Evidentemente se trata de una opinión no
meditada, no razonada y sin base alguna. Tanto en los hospitales públicos como
en los privados un tumor es diagnosticado por el servicio de Anatomía
Patológica, por el servicio de Radiodiagnóstico y contando con el criterio de
los médicos. Así que cuando alguien dice que se puede tratar de un caso mal
diagnosticado lo que en realidad está haciendo es poner en duda los informes de
todos esos servicios, está poniendo en duda el criterio de los especialistas e,
incluso, está poniendo en duda a la propia Agencia Española del Medicamento a la
que considera capaz de dar luz verde a un informe falso. Creo que ese argumento,
obvio resultado del calentón de una persona en un momento determinado, no se
sostiene. -Sobre todo teniendo en cuenta que ese mismo "argumento" podría
ser aplicado como vara de medir a las "curaciones de cinco años" obtenidas por
la Oncología oficial... En fin, otro "argumento" con el que han pretendido
desmerecer su investigación tiene que ver con la "categoría" de la revista en la
que publicó su trabajo, que ha sido menospreciada. El doctor Joaquín Arribas,
jefe de Investigación Oncológica del Instituto de Investigación Vall
d'Hebron de Barcelona, afirmó (también en el diario "El Mundo",
conocido defensor de los tratamientos convencionales): "Estoy muy
acostumbrado a revisar artículos para revistas de calidad y en mi opinión ése no
habría pasado los filtros necesarios para publicarse en alguna de
relevancia". -Debo decir que, en mi campo, soy revisor de revistas
científicas de tan alto prestigio como cualquiera para las que trabaje quien ha
afirmado eso. Y sé por tanto el rigor que se precisa para que una investigación
sea publicada. Es obvio que con la alusión a la calidad de la revista se
pretende simplemente desviar la atención sobre el continente y no tener así que
centrarse en el contenido. Me hubiera gustado que ese señor hubiera explicado
las razones por las que no lo hubiera dejado pasar y así hubiéramos oído una
"crítica científica". Es llamativo, en cualquier caso, que en vez de centrarse
en rebatir la cuestión científica nuestros detractores se dediquen a dudar de la
honestidad de todo el mundo involucrado en el asunto y de la eficacia de los
servicios de los hospitales que intervinieron en el diagnóstico del paciente.
-También se ha esgrimido que uno de los laboratorios cuyos productos
precisamente han utilizado rechazó participar oficialmente en los ensayos ¿Cómo
lo explica? -Pues porque no somos un grupo de relevancia social con
posiciones profesionales de prestigio y porque estamos presentando una
concepción absolutamente diferente de lo que es el crecimiento tumoral y su
relación con el sistema inmune. Creo que se ha tratado de una cuestión de
dificultad para entender los resultados pero también puede deberse a que el
tratamiento es tan simple que desconcierta. Si hubiéramos presentado un
tratamiento cuya administración fuera muchísimo más compleja igual tendríamos
mayor credibilidad. -Terminemos con las críticas vertidas. Se ha
argumentado también en contra de su investigación que se ha trabajado durante
mucho tiempo con factores de crecimiento de colonias y jamás se han notado
resultados tan prometedores como los que ustedes afirman conseguir. A ese
respecto, el doctor Ricardo Cubedo, miembro del Servicio de Oncología Médica de
la Clínica Puerta de Hierro de Madrid, afirmó según cita el diario ya citado:
"Si alguien hubiese observado, ya no sólo que los pacientes se curan sino
simplemente que mejoran, habría salido a la luz de otra manera". -Esa
crítica es totalmente acientífica y anticientífica. Es muy fácil hablar sin
aportar evidencias. En primer lugar, se podría decir que aunque todo el mundo
mire no todos ven lo mismo. En segundo lugar, ellos no han estado mirando eso
porque han estado buscando otras cosas y no el mecanismo que nosotros hemos
definido con lo que el árbol les ha impedido ver el bosque. Desde luego, en la
dosis, intensidad y duración con la que nosotros hemos trabajado nunca antes se
había probado. También quiero responder a quienes han afirmado que el
tratamiento puede acabar con la médula ósea. Veremos qué pasa después de un
tiempo largo pero lo que sí podemos afirmar hoy con seguridad, porque lo hemos
verificado, es que un año después del tratamiento sigue sin haber ningún efecto
nocivo en la médula ósea. Y teniendo en cuenta además que estamos hablando de
pacientes a los que se les dice que les quedan dos meses con mala calidad de
vida habría que saber qué opinan ellos de que se les ofreciera un año, cinco o
diez con muy buena calidad de vida... aunque existiera la posibilidad de que
aparecieran esos posibles efectos. Que, insisto, nadie puede afirmar que vayan a
producirse; antes bien, lo que sabemos hoy indica justo lo contrario. No existe
en la bibliografía científica referencia alguna que apoye esa afirmación,
absolutamente gratuita y sin fundamento. -En cualquier caso parece
evidente que si hasta ahora esos fármacos se han utilizado en dosis inferiores y
como recuperador del sistema inmune tras los ciclos de quimioterapia es obvio
deducir, siendo inocuos, que a mayor cantidad mayor será la eficacia... -Se han estado utilizando a dosis inferiores y en duraciones inferiores.
Además, cuando se han utilizado postquimioterápicamente se ha hecho para
recuperar los valores normales y combatir la neutropenia pero ¡nunca para
producir una cantidad de neutrófilos suficiente como para combatir un tumor! Y
para eso hace falta un factor 10. Aunque debemos continuar los estudios para ver
si vale con una cantidad menor. -Volvamos a los resultados porque son
realmente llamativos. Porque hablamos de ¡un melanoma en fase IV y un
hepatocarcinoma terminal! Dos enfermos pues que, según toda la bibliografía
existente, tenían una expectativa de vida muy corta. ¿Cuándo se dieron cuenta de
que el tratamiento funcionaba? -En el caso del melanoma, al no contar
con marcadores tumorales, al ver que la calidad de vida era muy buena y las
lesiones no sólo no progresaban sino que al pasar el tiempo desaparecían. En el
caso del hepatocarcinoma todo resultó mucho más excitante porque la calidad de
vida mejoró inmediatamente y los marcadores tumorales comenzaron a bajar también
rápidamente. Para apreciar una clara mejora de la calidad de vida estamos
hablando de un mes. El melanoma lo tenía una joven de 34 años que, a pesar
del mal pronóstico, no tenía mala calidad de vida pero no era así en el del
hepatocarcinoma cuya calidad de vida sí era mala. Permanecía en cama, padecía
insuficiencia renal y sufría fuertes dolores. Ahí si comprobamos una mejoría
tremenda en su calidad de vida. -¿Cuánto tiempo duró el tratamiento hasta
que desaparecieron los signos de presencia cancerígena? -El tratamiento
se realizó por medio de inyección subcutánea. En ambas ocasiones durante 8
semanas. En el caso del hepatocarcinoma al ver que los resultados eran tan
buenos uno de nuestros clínicos sugirió repetir a las pocas semanas un segundo
ciclo pero no se consiguió mejorar lo obtenido con el primero. Es decir, que
como ve los ciclos de tratamiento son muy cortos. -Y una vez alcanzados
los resultados ¿hace falta volver a inyectar a los pacientes más
adelante? -No, en principio no. Nosotros, antes de publicar los
resultados conseguidos en el tratamiento del hepatocarcinoma, esperamos seis
meses desde que se le administró al enfermo la última inyección para ver la
evolución. Conviene esperar algún tiempo porque hemos constatado que mediante
las técnicas de imagen... ¡aunque no haya tumor se sigue apreciando la misma
imagen, como si el tumor continuase allí! Probablemente los granulocitos se
marcan con el gadolinio de la misma manera que las células tumorales así que
aunque no haya tumor parece como si lo hubiera durante un tiempo hasta que el
organismo empieza a "eliminar" esa masa pero, en cualquier caso, es un fenómeno
que tenemos que seguir estudiando. Por eso conviene esperar a que el organismo
vaya eliminado esa masa que, como hemos comprobado, se va convirtiendo en algo
displásico, desde luego no tumoral. -Díganos, ¿se arrepiente de que se
hayan hecho públicos los resultados sobre su experiencia con el hepatocarcinoma
en los medios de comunicación, más allá de la mera difusión en una publicación
científica? -No, en absoluto. Dimos el paso que todo equipo científico
debe dar: difundir los resultados a medida que se obtienen. Tal es -o debería
ser- a nuestro juicio el "modus operandi" de un científico. Porque era
importante que, no ya nosotros sino cualquier otro grupo en el mundo, supiera
que nuestra teoría derivaba en esos resultados. De esa forma nos asegurábamos
además de que partir de ese momento se podrían dar los siguientes pasos, si no
en España, en cualquier otro lugar del mundo. -¿Los siguientes ensayos
seguirán en la misma línea de casos que los dos anteriores? -Aunque se
está hablando y trabajando con rapidez eso no está aún decidido pero, viendo la
reacción tan desesperada de la gente, todas las instituciones parecen haber
entendido la necesidad de dar una respuesta rápida dentro de la línea
científica. -Suponemos que empezarán al menos en fase II... -En
principio sí porque los efectos del medicamento no tenemos ya que probarlos. Se
conocen, por eso están aprobados. Aunque es algo que hay que plantearse todavía.
-¿Pediría algo a la Administración para que se pudiera acelerar el
proceso? -Bueno, en ese sentido hemos tenido suerte porque a las pocas
horas de la publicación mi propia universidad me preguntó qué necesitaba. Cuento
pues con la financiación de la Universidad y ahora estamos estableciendo qué
cauces administrativos son mejores para avanzar rápidamente. Yo estoy muy
satisfecho de la cautela con lo que lo han recibido, la misma con que lo he dado
a conocer yo. En ningún momento he dicho "curo el cáncer" sino que se trata de
un resultado muy importante que viene avalado por una teoría muy elaborada. Debo
decir que todas las señales que yo he recibido -obviando esas críticas que han
ido más a la descalificación personal y profesional que al contenido de la
investigación y a las que no doy ningún valor- son muy esperanzadoras.
-Entonces, ¿piensa que el proceso no va ya a detenerse? -No, no se
va a detener el proceso en ningún momento. Y allí lo dejamos. Él es quien
cierra la puerta de la facultad en los últimos días. La Complutense le ha
propuesto exponer los resultados ante el mundo científico en los recintos de la
propia universidad y en ello se está trabajando. Está convencido de que si
consigue demostrar en un estudio controlado con 20 o 30 pacientes que el
tratamiento funciona se habrá dado el paso definitivo. Eso sí, no se ha
planteado de momento la posibilidad de que le exijan realizar estudios a doble
ciego en donde haya pacientes que reciban su tratamiento y otros que no. Con
la puerta cerrada y Antonio Brú dentro de su despacho trato de encajar algunas
ideas que resuenan como campanillas llamando mi atención. Si el tratamiento se
realiza con fármacos que ya están en el mercado, han pasado los estudios
preclínicos de toxicología y se utilizan para lo mismo -reforzar el sistema
inmune-, si existe quien puede coordinar un protocolo con pacientes terminales
en distintos tipos de cáncer y en distintos centros -Antonio Brú-, si el
tratamiento es económico, si hay enfermos voluntarios más que suficientes y si
el mismo dura sólo dos meses viéndose los resultados de calidad de vida ya al
primer mes, ¿qué impide al Ministerio de Sanidad apostar por un macroensayo
multicéntrico para saber en menos de un año si estamos ante una esperanza
frustrada o ante la mayor aportación de la ciencia española a la historia de la
Medicina? Sólo la voluntad política. Tampoco está de más recordar a pacientes
y médicos que el artículo 38 de la Ley del Medicamento contempla que los
fármacos en investigación que hayan pasado "las pruebas preclínicas
necesarias para establecer el perfil farmacológico y toxicológico del producto
que garanticen su aptitud para la investigación clínica" -que es el caso de
los productos utilizados por Antonio Brú- pueden ser requeridos por los médicos
de los enfermos. Porque el apartado número 5 de ese artículo dice
textualmente: "Excepcionalmente, el Ministerio de Sanidad y Consumo podrá
conceder autorización, con las condiciones que en ella se expresen, para la
prescripción y la aplicación de medicamentos en investigación a pacientes no
incluidos en un ensayo clínico cuando el médico, bajo su exclusiva
responsabilidad y con el consentimiento expreso del paciente, considere
indispensable tratarles con ellos y justifique ante la autoridad sanitaria los
motivos por los que decide tal tratamiento". Y eso mismo es lo que están
solicitando los pacientes en la actualidad. Además cada caso podría articularse
en un macroensayo. Claro que eso mismo pidieron los consumidores de Bio-Bacy nadie les hizo caso. Por otra parte, que nadie nos venga con cuentos
sobre posibles efectos secundarios negativos... porque hablamos de pacientes
terminales. Además, resulta paradójico constatar que la Talidomida -el
medicamento maldito por excelencia que produjo a principios de los 60 terribles
malformaciones en cerca de 3.000 casos sólo en España, se utiliza en la
actualidad como ¡medicamento anticancerígeno! según declaró el pasado 12 de
junio al diario "El Mundo" el doctor Pedro Pérez Segura,
secretario científico de la Sociedad Española de Oncología Médica. Su uso
está autorizado para algunos tipos de cáncer (leucemia, mieloma o tumores
cerebrales) "en casos de fracaso de tratamientos previos". Y eso que en
todos los casos "el paciente tiene que firmar un consentimiento y se le
informa exhaustivamente de los efectos del medicamento, de su
teratogeneidad". Traducido para quien no lo entienda: un paciente con
cáncer terminal puede pedirle a su médico que le administren Talidomida
bajo su responsabilidad... pero no G-CSF o Bio-Bac. ¿Por qué?
Antonio F.
Muro
Una teoría
revolucionaria La teoría de Antonio Brú contradice básicamente las ideas
convencionales mantenidas hasta el momento sobre el crecimiento de los tumores
ya que, según sus investigaciones, éste se caracteriza por tres cosas:
1) Que las células cancerosas se agrupan en los huecos
rugosos del tumor. 2) Que el tumor se expande mediante la alimentación de las
células cancerosas que están en sus bordes. Y, 3) Que el crecimiento de la colonia cancerosa es más o menos
constante en el tiempo. Que la proliferación esté restringida al borde de la
colonia de células tumorales significa además que las células del interior de la
colonia no proliferan al mismo ritmo que las de fuera. Su teoría consigue
explicar por qué mientras los tiempos de duplicación celular son de 48, 72
horas, etc., los de duplicación tumoral se extienden en algunos casos a más de
cien días. Y es que al parecer lo que ocurre, simplemente, es que no crece todo
el tumor sino sólo su borde. Dicho de otra manera: para tener un tumor de un
centímetro cúbico a partir de una célula de la cual todas las duplicaciones
pudieran a su vez duplicarse con normalidad habría que esperar 32 duplicaciones
mientras que si la proliferación se produce más o menos en el borde deberían
esperarse 800. Esto explicaría también por qué tumores de un centímetro cúbico
son tan malignos. Tras 32 duplicaciones no parece lógico que las células
acumulen tantas aberraciones cromosómicas pero, en cambio, tras ochocientas
duplicaciones sí es posible. Esta teoría ayuda además a explicar otra infinidad
de hechos. Por ejemplo, que una metástasis sea mucho más maligna que el tumor
original ya que las metástasis siempre vienen generadas por células del borde
que emigran a otro punto y la célula del borde siempre es mucho más maligna que
la célula del tumor primario. Este proceso se repite -según la teoría de Brú-
de forma igual en todos los tumores sólidos y por eso aquello que sirva para
parar el crecimiento de un tipo de tumor sirve para detener el crecimiento de
todos ellos.
El papel de
los neutrófilos para combatir el
cáncer Para
explorar su nueva teoría sobre el crecimiento del cáncer y analizar los efectos
de la presión en la frontera del tumor Antonio Brú incrementó la
respuesta inmune para ver si la dinámica universal del crecimiento tumoral podía
modificarse. Su efecto inmediato fue ¡el movimiento masivo de neutrófilos hacia
los alrededores del tumor! Tras estudiar todo tipo de terapias había llegado
a la conclusión de que la clave estaba en los neutrófilos. Había observado que
cuando intervenían ellos, aunque fuera de manera involuntaria, se producían
buenos resultados. Y cuando no había buenos resultados en el tratamiento... los
neutrófilos no estaban apenas presentes. Los neutrófilos, elementos
fundamentales de nuestro sistema inmune, poseen determinadas características que
les convierten en fundamentales para enfrentarse al crecimiento tumoral: pueden
aguantar el entorno ácido del tumor permaneciendo en contacto íntimo con las
células tumorales, tienen bastante masa y aparecen siempre en todos los procesos
tumorales, tanto si existe terapia como si no. El siguiente paso seguido por
el equipo de Brú fue constatar si la neutrofilia -es decir, una presencia masiva
de neutrófilos- permitía "luchar" en las concavidades del tumor con las células
tumorales y detener su replicación. Y vieron que sí. Después llegaron a la
conclusión de que la fórmula más sencilla para lograr la neutrofilia era que la
generara el propio organismo estimulando la médula ósea. Se probó en
experimentos con ratones, se constató que efectivamente se generaba neutrofilia
y que el propio organismo, al igual que cuando nos hacemos una herida, se
encargaba de llevar los neutrófilos a la zona del tumor. Una vez allí se
posicionan en torno a él recubriéndolo y logrando así dos objetivos importantes:
el primero, disminuir el mecanismo de desplazamiento en el borde de las células
tumorales impidiéndolas llegar a "posiciones cómodas" para su duplicación al
dificultar que se alimenten; y segundo, aumentar la presión en el interior del
tumor provocando la desaparición del oxígeno, elemento imprescindible para el
crecimiento tumoral. En suma, los neutrófilos encapsulan el tumor impidiendo que
se alimente y le quitan el oxígeno que precisa para crecer. Con lo que, con el
tiempo, se necrosa y muere. Luego el organismo puede decidir fagocitarlo
lentamente y hacerlo desaparecer o ahorrarse energía y dejarlo inerte si no
provoca molestias.