Desde hace unas décadas
todo lo que se bautiza como biológico está de moda. Productos naturales biológicos,
verduras, vegetales y frutas de cultivo biológico, cereales biológicos...
Pero qué es realmente un producto biológico? La forma más sencilla de
definirlo es todo producto ya sea cultivado o elaborado en el que no ha
intervenido para nada lo químico o antinatural (pesticidas, abonos químicos,
sulfatos, herbicidas, conservantes, colorantes, aditivos artificiales, etc).
La agricultura y horticultura biológica utiliza abonos naturales como estiércol
de diversos animales, fitosanitarios para combatir las plagas con plantas
medicinales, y materias minerales de origen natural. Pero aquí puede caerse
en el error de creer que un producto, por ejemplo una patata es de cultivo
biológico 100% porque hemos utilizado estiércol de vaca u oveja por ejemplo,
pero si el estiércol de estos animales no procede de animales cuya alimentación
sea 100% natural (pastos y cereales, por ejemplo) entonces no podemos hablar
de una patata completamente biológica ya que en ese estiércol se encuentran
sustancias no naturales presentes en los piensos que estos animales ingieren y
que luego pasan al estiércol. Un caso muy conocido que nos puede servir de
precedente es el mal de las vacas locas, cuyo causante de la enfermedad ha
sido detectado en el pienso que estaba elaborado a base de restos de ovejas
sacrificadas.
No es mi pretensión ni
mucho menos desprestigiar la tendencia de lo biológico, pero creo
sinceramente que se está abusando del término y especulando etiquetando
incluso muchos productos que no lo son como biológicos. A todo esta
cabe añadir que muchas tiendas de productos biológicos nos ofrecen
por desagracia un sinfín de productos envasados con muchos plásticos
y envases no reciclables en vez de ofrecer género a granel y
en envases más familiares. Los productos biológicos
no son nada nuevo de nuestros días. Nuestros abuelos ya practicaban la
agricultura biológica antes de que llegaran los venenos de las grandes
industrias químicas prometiendo al agricultor menos trabajo a cambio de más
veneno en la tierra, cautivándolos y esclavizándolos e incluso enfermándolos
como bien se ha demostrado en muchos informes de agricultores que han
fallecido por causa de las inhalaciones constantes de productos como sulfatos,
herbicidas y plaguicidas. El todopoderoso reino de la industria química fue más
lejos aún "regalando" sus venenos caducados a los países pobres y
subdesarrollados como muestra de su buena voluntad de cooperar. Como
consecuencia de ello muchas tierras han quedado estériles y degradadas y
muchos agricultores se han arruinado al no poder hacer frente a los costes
cada vez más elevados que suponía estar enganchados a la química de la
tierra.. Les voy a explicar un caso muy concreto y real para que se hagan una
idea del poder tenebroso de estos señores sin escrúpulos que dominan la
agricultura a nivel mundial. Recientemente en el año 1998 estuve realizando
un viaje por España dando charlas y conferencias acerca de los cultivos biológicos
de horticultura, agricultura y plantas medicinales. Fue en Teruel (España),
donde al acabar de dar una charla a unos 100 agricultores, se me acercó uno
de ellos y me dijo:
"Sr. Juan: su entrega y voluntad en informarnos de estas técnicas
naturales son dignas de admiración, pero hay cosas que usted ignora y que
nadie se ha atrevido a decirle. Verá usted, lo que nos cuenta de dejar los químicos
está muy bien pero qué pasa si yo le digo que estamos tan controlados por
ejemplo en el cultivo de los melocotoneros, que si no justificamos que los
tratamos con determinados productos químicos no recibimos subvenciones?"
Se me cayó el alma al suelo. Eso en mi lenguaje se llama chantaje, y esos señores
de las industrias químicas que solo saben y entienden de envenenar la tierra
deberían sentarse en un banco de acusados con millones de fiscales engañados
y mal informados. La industria química de fertilizantes y otros venenos enseñan
este principio: Un buen campo es aquel que ofrece al agricultor el 100% de la
cosecha y en el menor tiempo posible y sin enemigos ni otras competencias como
las mal denominadas malas hierbas. La agricultura biológica o el principio de
la permacultura sin embargo predica todo lo contrario: para que el agricultor
obtenga el mejor beneficio de sus cosechas debe de tener en cuenta estos
principios:
Respetar los ciclos rotativos de siembras, es decir no a los monocultivos
Respetar los insectos y las mínimas pérdidas, por ejemplo lo que se comen
las aves o otros insectos beneficiosos.
Respetar la cohabitabilidad de otras especies vegetales que siempre son
beneficiosas para el suelo. No existen malas hierbas, si existen venenos químicos.
Envenenando la tierra se envenena no solo el suelo, sino también otras
especies vegetales y animales rompiendo la cadena tan frágil de la que el
hombre también forma parte.
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medicinales y horticultura. Se irán introduciendo progresivamente.
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